Ser adolescente es transitar una de las etapas de mayor complejidad de la vida. Entre la infancia y la vida adulta se juegan un montón de posibilidades y de transformaciones. Esta etapa transcurre desde los 10 hasta los 20 años. Más allá de los cambios y de las incertidumbres, podemos afirmar, que es un momento crucial en la vida de los jóvenes, que marca a fuego la subjetividad de las personas y las condiciona.
La pubertad es el punto de partida para una serie de cambios biológicos, psicológicos y sociales, que termina repercutiendo en todas las dimensiones del adolescente. La aceptación de un nuevo cuerpo, implica duelar el cuerpo infantil -parafraseando Aberastury- , así como lidiar con la aparición de la sexualidad y los nuevos desafíos en busca de la autonomía.
Empieza la construcción de una nueva identidad, en dónde se cuestionan todas las certezas incorporadas hasta entonces. Deben lidiar con sus inquietudes existenciales que se convierten en un desafío para ellos y para sus padres.
Muchas veces se presentan cambios de humor repentinos. Pasan de la alegría a la tristeza sin contemplaciones. Las emociones cumplen un rol fundamental en la adolescencia, aunque en ocasiones parecen estar desordenadas. Se enamoran y generan vínculos con facilidad.
Viven metidos en su mundo, un espacio al que - por momentos - solo hay lugar para sus pares. En ocasiones se encierran y dejan de participar en espacios comunes con su familia. Se obsesionan, se desbordan, se frustran e incluso se enojan mucho.
Se muestran invulnerables, pero a pesar de su apariencia dura, por dentro son tan frágiles como el cristal, cualquier palabra o juicio los quiebra. En ocasiones se dejan llevar por sus impulsos que los lleva a tomar conductas de riesgo. Buscan redibujar los límites, discuten y problematizan con gran naturalidad, no se rinden con facilidad. Caminan hacia el horizonte de lo incierto, siempre en busca de responder esta pregunta transversal en su vida: ¿Quién soy?
Son idealistas y confiados, aunque por momentos les cuesta negociar con lo distinto, incluso pueden reaccionar con rechazo. Sumergidos en su realidad y en su perspectiva, actúan de forma egocéntrica acaparando todos los discursos y confrontando la otredad sin mediación.
Esto muchas veces lo lleva a oponerse a sus figuras parentales, las que ofician como “frontón” - parafraseando a Ericsson- en dónde ponen a prueba sus creencias, ideales y argumentos. Esto es fundamental para el desarrollo cognitivo del adolescente, que comienza a separarse del discurso familiar, para empezar a transitar y construir su propia subjetividad.
Se construye también un fuerte sentido de pertenencia con sus pares, en donde la lealtad y los códigos toman una importancia preponderante. El universo de las Tics, permite que incluso dentro de casa se sientan parte de la comunidad, ya sea jugando juegos en línea o comunicándose continuamente por las redes sociales. Suelen pasar muchas horas frente a las pantallas: celulares, televisión, computadoras, etc. Esto es motivo de conflictos con sus padres, ya que por lo general, se duermen en horarios inconvenientes, lo que no les permite descansar las horas necesarias para tener un buen desempeño.
Algunas tips para tener en cuenta:
- Es importante evitar las confrontaciones constantes. Se debe tener mucha paciencia a la hora de intercambiar con ellos.
- Hay que darle su espacio para que puedan manifestarse e ir construyendo su autonomía, pero deben tener claros los límites. Es importante recordar que dar límites a nuestros hijos es darles amor, y el amor se da sin miedo.
- Siempre ayuda recordar cómo fuimos nosotros de adolescentes, por dónde transitamos, cómo nos sentimos, lo incomprendidos que nos pudimos sentir y el cobijo que encontramos en aquellos adultos que nos marcaron la vida.
- Evitar todo tipo de violencia hacia ellos. Ya no son niños, los adolescentes van a reaccionar con violencia ante la violencia. Y cualquier signo de desmesura, desde un golpe a un insulto, quedará registrado como un signo de impotencia.
- Cuidado con los comentarios que lastimen su autoestima. Las palabras y juicios que hacemos provocan heridas importantes en su ego. Es importante cuidar lo que decimos, y si nos equivocamos, saber reconocer nuestro error y pedir disculpas.
Licenciado en Psicología Cristian Olivera
Psicólogo Institucional - Colegio Richard Anderson